OPINIÓN / RESUMEN TEMPORADA 2010-11 (2/3)


EL DUELO CRISTIANO-MESSI

Es fantástico tener en nuestra Liga a los dos mejores jugadores del momento, incluso de toda una época. Su duelo los encumbra aún más. Siempre que ha aparecido un grande, alguien a su nivel se ha cruzado por el camino. Di Stéfano se topó con Kubala. Dos estilos diferentes. Un jugador total contra un artista del balón. Kubala, más mayor, llegó a la baja a su duelo con el argentino. Don Alfredo acabó agrandando su leyenda hasta cotas inalcanzables. Jugó, además, en un equipo soberbio, plagado de estrellas, el mejor que se haya visto nunca o, al menos, el que dominó con mayor rotundidad. Luego apareció Pelé, un goleador espléndido, de una calidad inagotable. Hacía fácil lo difícil. Su juego fue innovador y revolucionario. Su personalidad deslumbraba. A su sombra apareció su compatriota Garrincha. Otro artista como Kubala. Un extremo que hizo del desequilibrio su lema. Tanto en el campo como fuera de él. Sus duelos no se vieron en Europa, el Santos y el Botafogo los vivieron casi en privado. Ganó Pelé porque quizás era mejor, aunque sobre todo porque se cuidó. Ni más ni mejor, simplemente se cuidó. Garrincha ni eso. De haber dado el salto a Europa, a buen seguro que Pelé habría rivalizado con Eusebio, o incluso con Charlton. Los 70 vivieron el duelo de Cruyff y Beckenbauer. Dos generales de los dos más poderosos ejércitos del momento. El holandés se llevó la gloria por ser, como Pelé, un jugador nunca visto. Su descaro, velocidad y endiablado cambio de ritmo lo encumbraron a lo más alto. El alemán se quedó con la elegancia y una Copa del Mundo. No está mal. Maradona llenó de alegría el triste fútbol de los 80. Un fútbol en el que los sistemas defensivos y la permisividad con el juego duro triunfaron por encima del talento. El argentino sufrió todo lo imaginable hasta llegar a convertirse en el indiscutible mejor jugador del mundo. Su inigualable técnica y velocidad de acción le hicieron único. Dejó a los demás por el camino (especialmente a Zico) para librarse en duelo primero con Platini (más mayor) y luego con todas las jóvenes promesas que fueron reclamando su trono: Gullit y Van Basten especialmente. Sólo su mala vida evitó que fuera aún más grande. Tras Maradona llegó el vacío. Y tras el vacío, un nuevo genio (ciertamente, no a la altura de los 4 grandes) se las vio, uno tras otro, con dos fenómenos: Zidane contra Ronaldo y Ronaldinho. El francés fue el más regular de los tres. A Ronaldo las lesiones no le permitieron despegar libremente, a Ronaldinho le frenó su propia complacencia. Zidane era como un ángel, más que correr levitaba. Ronaldo era una locomotora. Su enorme calidad le permitía "conducir" rápido pero con certeza. Ronaldinho era la fantasía. Se imaginó (y creó) toda suerte de regates y remates. Mientras los tres agonizaban, emergieron dos colosos. Dos leyendas en potencia. Y su duelo iba a ser el más directo y justo que se haya conocido nunca.

COMPARACIONES ODIOSAS

Messi es la potencia, Cristiano la fuerza. Messi es el cambio de ritmo y el desequilibrio, Cristiano la velocidad y el desborde. Messi es la efectividad, Cristiano el azote. Messi es el tigre hambriendo, Cristiano (parafraseando a Enrique Marqués) la manada de bisontes. Uno es el Barça, el otro el Madrid. No se puede pedir más.

Leo Messi es el Nº 1. Hasta el propio Cristiano Ronaldo lo ha reconocido. Lejos de sus estilos enfrentados hay algunas cosas, sin embargo, que les une: ambos son goleadores, técnicamente extraordinarios, tienen carisma (no tanto, desde luego, como Pelé o Maradona) y, además, tienen la misma edad, lo que convierte su duelo en un choque de tú a  tú. Ninguno, por razones de edad, parte con ventaja. ¿Dónde está la diferencia fundamental entre ambos? Una: la maldición de Cristiano. Se ha dicho muchas veces y, mal que nos pese, es una evidencia. El portugués no resulta determinante en las grandes citas. No siempre, claro está, y basta recordar la final de Champions del 2008 y la de Copa de este año. Pero su rendimiento medio se viene abajo en los momentos más comprometidos. El argentino, por el contrario, mantiene su mejor versión en un amistoso de pretemporada y en la final de la Champions. La presión, la responsabilidad atenazan a Cristiano. A Messi le motivan. Dos: El de Madeira es individualista en exceso. Ni Di Stéfano, ni Pelé, ni Cruyff, ni Maradona lo fueron. Messi tampoco. Los equipos de Cristiano juegan para él. Y él juega para si mismo. El Barça juega para Messi, pero el argentino juega también para el equipo. El alto número de asistencias de la Pulga es una prueba evidente de su compromiso con el equipo. Su juego sin balón, arrastrando las defensas con su temible presencia y sus endiablados movimientos es algo poco habitual en Cristiano, más acostumbrado a la búsqueda del espacio que a generarlo. El juego del Barça, es cierto, también ayuda mucho a desarrollar ese juego invisible de Messi. Y también al visible. Tener a Xavi e Iniesta detrás tuyo es como viajar en clase Business. El Messi de la selección argentina nota, como no podía ser de otra forma, el cambio de estilo y compañeros.

Ambos son goleadores consumados. Cristiano ha acabado la Liga con la mareante cifra de 40 goles. Récord absoluto. Una barbaridad, aunque Messi con 31 tampoco se ha quedado corto. Cristiano mete 11 goles cuando la Liga ya está decidida y Messi apenas juega. Nada que objetar. 11 goles en cuatro partidos no se meten tan fácilmente. Cristiano, por su juego, nos puede recordar a otros cracks del pasado como Rummenigge y Gullit, de los cuales hereda la fuerza, la velocidad y el talento necesario para sacar partido de sus virtudes físicas. Pero, además, el portugués pone sobre la mesa una saca de goles inalcanzable para ninguno de los dos anteriormente citados. No podemos compararlo con delanteros goleadores de corto recorrido como Müller, Hugo Sánchez, Van Basten o Romario. Así que, en este sentido, Cristiano recuerda más a Di Stéfano, por ser algo más que un goleador al uso y por ser, sobre todo, más llegador que rematador.

EL "HIJO" DE MARADONA

Messi parece la reencarnación de Maradona. No tanto por lo físico. Maradona, más rechoncho, echaba los hombros hacia atrás, lo que le daba esa porte tan característica suya de soberbia y seguridad. Messi agacha la cabeza y deambula por el campo como escondiéndose de los demás. El cuerpo más proporcionado de Leo le dota de mayor velocidad (física que no de acción), mientras que el centro de gravedad bajo del Pelusa (debido a que sus piernas son más cortas en proporción al resto de su cuerpo) le daba ese milagroso equilibrio en carrera, muy similar al de Romario o al del Kun Agüero. El tren inferior de Messi (parecido al de Maradona, Romario y Agüero) es el secreto de la extraordinaria potencia que atesora. Como futbolista, parece que Leo hubiera sido inyectado con el ADN del Diego: ambos zurdos, desequilibrantes, habilidosos e inteligentes. Maradona tenía una técnica más depurada, más perfecta (posiblemente la más perfecta que haya existido). Messi es menos efectista, más práctico. Maradona era más generoso con los compañeros, Messi es más solidario. La primera etapa de Maradona, antes de llegar a Europa, es la que más le asemeja al Messi actual. Diego juega de delantero puro y sus registros goleadores son espectaculares, con una media aproximada de a gol por partido. Igual que Messi. Cuando llega al Barça, retrasa su posición por la presencia en el equipo de un goleador como Quini. Aún así, Barcelona no es una experiencia positiva para el Pelusa que se pasa más tiempo lesionado que jugando. Para ver al nuevo Maradona, el media punta, hay que irse a Italia, a su etapa en el Napoli. Diego llega a Italia con 25 años, el principio del fin en la carrera de un futbolista. Físicamente, a partir de los 25, sólo vas hacia abajo. Y Diego, a partir de ese momento, cambiará el gol por el último pase; la velocidad por el toque; la resistencia por la dosificación. Al igual que con Platini (y luego con Laudrup) ese cambio de posición y juego nos dará su mejor versión como futbolista: mejor que el goleador indomable, mejor que el veloz driblador. En definitiva, aún mejor que el Messi que conocemos. Es lógico pensar que Messi, con 23 años, no tardará mucho en reconvertirse como hizo Maradona, tomar el relevo de Xavi en el Barça y ser un futbolista aún más impotante de lo que hoy es. Superará a su modelo por dos motivos. Uno: con 23 años es mejor que Diego con la misma edad. Dos: se cuida más y mejor que su compatriota (algo, por otra parte, no demasiado difícil). Un Mundial es lo único que podría separarlos.

Volvamos a Cristiano Ronaldo. Tiene 24 años. Le quedan 2-3 años al mismo nivel. Luego, su físico irá mermando y no le permitirá seguir explotando sus facultados como hasta ahora. Tendrá que reconvertirse. Y cuanto antes lo haga mejor. Y ahí es donde no veo la forma en que siga rivalizando con Messi. Su fútbol es, en cierto sentido, tan básico que difícilmente podrá evolucionarlo. Pensemos en jugadores de su estilo: Rummenigge, Gullit, Elkjaer-Larsen, incluso Ronaldinho... todos eran sombras de si mismos a los 30 años. No hablamos de pasar de superestrella a mediocridad, simplemente de descender uno o dos peldaños. Mientras tanto, esperaremos tranquilos lo que el futuro depare. Nadie debería dudar que estamos viviendo una etapa gloriosa: los dos mejores futbolistas del mundo, dos de los mejores de toda la Historia, en su mejor momento, frente a frente, en la Liga española, en el Barça y el Madrid. Insisto, no se puede pedir más.

Escribe: El Hombre de Laramie
Publicado: Harpastum. Pasión por el fútbol