OPINIÓN / RESUMEN TEMPORADA 2010-11 (1/3)


MOURINHO Y EL REAL MADRID: ¿POR QUÉ?

"¿Por qué?, ¿por qué?" se preguntaba una y otra vez José Mourinho en la famosa rueda de prensa posterior a la ida de las semifinales de Champions, en la que su equipo había caído 0-2 ante el FC Barcelona. Se quejaba el técnico portugués, recordamos, de la expulsión de Pepe y de la imposibilidad que, a su juicio, resultaba mantener el 0-0 previsto con un jugador menos. Olvidaba Mourinho que sólo días antes había empatado en Liga, ante el mismo Barcelona, con 10 jugadores. Olvidaba también que, en su siempre socorrido partido disputado por el Barça en Stamford Bridge dos años atrás, el equipo catalán logró empatar también con un jugador menos. Para Mourinho, en su visión siempre partidista de la realidad, jugar con 10 era sinónimo de derrota. La historia demuestra que no es así. Y el gran Helenio Herrera (en una irónica pero muy acertada y demostrada argumentación) hasta llegó a decir todo lo contrario.

Mourinho, seguimos recordando, llevó aquella rueda de prensa a límites esperpénticos cuando acusó al Barcelona y a la UEFA de tener adulterada la competición desde hace años, en base a dos errores arbitrales concretos: los penaltis no pitados de Stamford Bridge (4 según él, a buen seguro hubo 2) y la expulsión (injusta como la de Pepe, cierto) de Motta con el Inter (acción que no sirvió de nada, pues pasó a la final el equipo italiano). Prosiguió su discurso asegurando que Josep Guardiola no había ganado una Champions con limpieza, olvidando (o simplemente obviando) que su Oporto del 2004 también se vio beneficiado por una injusta expulsión de Andrade en semifinales ante el Depor, o que su Chelsea pasó ante el Barça de Ronaldinho con un gol de Terry que no debió subir al marcador (aquel mismo año, Mourinho se quedaría fuera de la final por un más que dudoso gol fantasma del Liverpool), o que su Inter se llevó la última Champions con varias polémicas en el camino: gol en fuera de juego de Milito en semifinales, en la vuelta jugada anulada cuando Bojan se disponía a marcar por manos inexistentes de Touré, penalti por manos no pitado a Maicon en la final... y así podríamos seguir hasta el fin de los tiempos. El discurso, tan recurrente en el fútbol, de que los árbitros unas veces te dan y otras te quitan es tan cierto como que La Tierra gira alrededor del Sol. Otra cosa es la incidencia de esos errores en el resultado final. En el fútbol sólo un error en el tiempo añadido de una final te deja sin poder de reacción. Han sido muchos, muchísmos los casos en que un equipo se ha sobrepuesto a un error arbitral. Igual que es cierto que otros han sucumbido tras esos errores (bastaría con recordar al Leeds del 74), pero hipotetizar sobre qué hubiera pasado si el árbitro no hubiera errado, si mi jugador no se hubiera lesionado, si el balón que da al poste entra dentro, si me cambian un fuera de banda por un corner o si a mi portero no le hubiera repetido la cena del día anterior es tan inútil como estéril. Lo demás, como se hizo con la Juve en Italia, hay que demostrarlo. Y en Madrid hay cientos de periodistas que, si tan convencidos están del "villarato" y del "platinato", quizás deberían dedicarse a investigar y descubrir las pruebas (papeles, conversaciones, testigos...) de tan magna confabulación, en lugar de jugar a borrar jugadores con el Photoshop.

Mourinho siguió bramando, a través de su ayudante Karanka, tras el partido de vuelta. En esta ocasión, una dudosa falta de Ronaldo a Mascherano (pitada por el árbitro) evitó que Higuaín se quedara sólo ante Valdés (no se puede hablar, en ningún caso, de gol anulado pues el árbitro pitó antes de que el balón le llegara al argentino). Un detalle cogido con pinzas para ocultar que el Real Madrid apenas tiró 2 o 3 veces a puerta en 180 minutos de eliminatoria, que no llegó ni al 30% de posesión de balón, que cuando estaba a dos goles de poder pasar a la final (con 20 minutos por delante) no llegó ni a acercarse al área rival y que su imagen de equipo pequeño y acomplejado fue vista con asombro por toda Europa.

¿Por qué?, ¿por qué? Mourinho odia al Barça. Y, sobre todo, odia al entorno culé. Y no le faltan razones. Ese entorno martirizó injustamente al portugués y, muy especialmente, a su maestro Bobby Robson durante la temporada (96-97) en la que ambos compartieron el banquillo azulgrana. Todo lo que se dijo, ese año, desde la prensa catalana contra aquel entrenador y su ayudante fue imperdonable. Imperdonable e injusto. Y Mourinho, que luego vivió algo parecido con Van Gaal (aunque aquí, la fortísima personalidad del holandés hizo casi invisible a su ayudante), lo lleva marcado a fuego en su frente. Al Barcelona (rememorando a Bilardo), ni agua. Derrotar al Barça es su máxima obsesión. Si no lo consigue, lo ningunea. Lo hizo en la segunda eliminatoria entre Barcelona y Chelsea. Si ahora se hacen chistes con el "¿por qué?", en aquella ocasión la alusión a Messi (por una entrada, acabada en expulsión, de Del Horno) y al buen teatro barcelonés, hizo que el Camp Nou cantara aquello de "¡Mourinho vete al teatro!" cada vez que el técnico asomaba los bigotes por Can Barça. No es casualidad, ¿verdad?, que años después de aquello ahora vuelva a hablarse del teatro de algún jugador del Barça. Mourinho solo olvida lo que quiere (o le interesa).

El deseo de protagonismo de Mourinho es inmenso. Nadie puede negarlo. Dicen algunos que actúa así para liberar a sus jugadores de la presión. Pudiera ser. De hecho, el propio Guardiola se sumó a esta táctica en la ida de la Champions con una rueda de prensa antológica en la que "vengaba" de alguna forma a sus jugadores al responder, por fin y de qué manera, al técnico merengue.  Quizás, todo lo que vino después empezó justamente en ese "él es el puto amo aquí" de Guardiola. Curioso que las tácticas empiecen a librarse horas, quizás días, antes del partido. Con Mourinho nada es igual que con los demás.
O puede, como dijo en su día Tito Vilanova, que el problema de Mourinho sea que busque como entrenador las experiencias que no pudo sentir como jugador. Porque, de hecho, al portugués no se le conocen ni partidos de solteros contra casados. Es una buena teoría. Busca en las salas de prensa el protagonismo que no podrá tener en el campo. Pero todo esto, en si mismo, no explica todo lo demás. En mi opinión, Mourinho simplemente es así. Su carácter, como el cuento del escorpión, es así. Y puede que no haya que buscarle más explicaciones.

LA MEJOR PLANTILLA DEL MUNDO

Y lo cierto es que estamos ante una gran entrenador. Maleducado, llorón, manipulador, caprichoso... pero gran entrenador. Sus números y trayectoria así lo demuestran. Y su primer año en Madrid también. Pellegrini le dejó el listón muy alto. Con una plantilla similar (de esto hablaremos más adelante) el portugués ha conservado el subcampeonato liguero, ha logrado la Copa del Rey y ha llegado hasta semifinales de Champions. No sólo ha mejorado el resultado global, también el juego. Con Mourinho el equipo sigue siendo letal arriba, pero ha mejorado enormemente en defensa y, sobre todo, ha mejorado la mentalidad del grupo. Ha sacado lo mejor de Cristiano Ronaldo, Pepe, Marcelo o Benzema. Acertó en los fichajes de Di María, Carvalho y Ozil, y su gran fracaso ha sido (algo, por cierto, habitual en su carrera) no sacar provecho de los más jóvenes. No ha sido capaz ni siquiera de dar continuidad a gente con el talento de Granero, Pedro León y Canales, y ha ignorado a la cantera casi por completo. Ballotelli ya no se sentirá tan solo.

No hay duda. El Madrid tiene la mejor plantilla del mundo. Quizás no tenga el mejor 11, pero sí los mejores 25. No hay equipo sobre La Tierra con tal cantidad de variantes por puesto. Especialmente destacable es la artillería ofensiva: Ronaldo, Higuaín, Ozil, Kaká, Di María, Benzema, Adebayor... todos primeras series. Tantas estrellas juntas siempre han acabado siendo un problema (una porque no juega, la otra porque le cambian siempre, la otra porque cobra menos, la otra porque le pita el público...), pero Mourinho ha sabido manejar el vestuario para que el equipo fuera siempre lo primero. Hasta Ronaldo y Casillas, sin apenas hablarse, han convivido en paz por el bien de la causa.

Tácticamente, el Madrid ha jugado como nos tenía acostumbrados el Chelsea, el Oporto en su liga, o el Inter en Italia. Un equipo claramente partido en dos: 6 defensores y 4 atacantes. Dependiendo de donde se sitúe la línea defensiva (un paso adelante o uno atrás) tenemos un equipo abiertamente ofensivo o uno más especulativo. Lo que se ha visto este año más a menudo es la primera versión. Lo primero, robar el balón. Presión arriba de los delanteros; centro del campo y defensa muy agresivos y bien posicionados; y, eso sí, la portería siempre resguardada. El ataque es cosa de los cuatro de arriba, con ayudas puntuales de Xabi Alonso en la construcción y de Marcelo o Sergio Ramos en las llegadas por banda. Si Pepe o Carvalho suben, Xabi se queda abajo. Al menos, siempre 4-5 hombres protegen a Casillas. Juego directo y rápido, a lo alemán, buscando el desborde por banda (Cristiano, Di María) o la triangulación rápida por el centro (Xabi, Ozil), con un 9 clásico a espera del remate (Benzema o Higuaín). En algunos momentos se intuyó una aproximación al juego del Barça, con Xabi y Ozil tocando mucho la pelota e Higuaín y Cristiano apareciendo (más que estando) en el área. El 5-0 del Camp Nou acabó con ese espejismo, pues Mourinho no se recuperó del golpe moral de aquel partido. Desde entonces, el equipo (que no decayó nunca) se volvió más conservador. El juego a la contra, tras ir por delante en el marcador, iba a ser una tónica habitual. Ese estilo favorecería enormemente a Cristiano y Di María, e iría claramente en detrimento de Ozil y Alonso, jugadores más de toque y posición que de velocidad y espacios. La figura del 9 (encarnada por Benzema tras la lesión de Higuaín) ayudaba a fijar a los centrales y dar más libertad a los velocistas. Benzema cumplió con creces su misión pero acabó la temporada, inexplicablemente, ignorado por su técnico, quien confió finalmente en Adebayor.
Todo el entramado técnico-táctico trabajado a lo largo de la temporada se viene literalmente abajo en cuatro partidos concretos: los de Liga contra el Barça y las semifinales de Champions, nuevamente contra los culés.

Mourinho odia al Barça pero, a la vez, le tiene un miedo atroz. Se lo tuvo dos temporadas seguidas con el Chelsea, se lo tuvo con el Inter y se lo ha tenido cuatro veces con el Madrid. Él piensa, porque así le salió bien en alguna ocasión, que la manera de vencer al Barça es dejándoles el balón, cerrando espacios y saliendo a la contra de forma endiablada. Eso le funcionó en 2005 con el Chelsea cuando se puso 3-0 en Stamford Bridge con tres goles de contra casi calcados. Y también le funcionó con el Inter en el Camp Nou, cuando un Barça sobreexcitado se estrelló más contra sí mismo que contra el asombroso entramado defensivo de su rival. Pero, también es cierto, fue yendo abiertamente al intercambio de golpes cuando tumbó al Barça en San Siro, y quien no recuerda la meritoria primera parte de la final de Copa cuando la agresividad bien entendida de los merengues puso al Barça contra las cuerdas. El miedo de su técnico, y sólo eso, privó al Madrid de disputar de tú a tú un partido de Liga que los dejó humillados y malheridos. Y el miedo, y sólo eso, los dejó en la Champions a merced de un Barcelona que con el balón en los pies se hace el amo de la situación. Un equipo que corre tras una pelota el 70% del tiempo se arriesga inevitablemente al cansancio y a perseguir al rival con la elevadísima posibilidad de cometer falta. Esa posibilidad (la de cansarse y hacer falta) tu rival la reduce a un 30%. El miedo provocó que el Barça dominara esos cuatros partidos a su antojo, sin apenas oposición, y que su pase a la final de la Copa de Europa fuera una de las más plácidas que se recuerdan (presión mediática y mental aparte). Tras el miedo llegó la impotencia. El alboroto de las ruedas de prensa o de las palmaditas en la espalda de la prensa afín y la defensa a ultranza (en parte, lógica) del club a su entrenador con denuncias ridículas y despropósitos varios, no es más que la muestra de esa innegable impotencia. Una impotencia que vino precedida por el miedo.

EL OASIS: LA FINAL DE COPA

Si por algo se recordará al Real Madrid 2010-11 será por su fantástica Copa del Rey. Un título muy meritorio. Menor si lo comparamos con la Liga, pero de enorme valor si vemos cómo y contra quien lo ganó. En el tercer partido que los enfrentó al Barça, los merengues se la jugaron en la primera mitad. Presionando muy arriba, dando ese paso al frente que sólo los campeones saben cuando hay que dar. La jugada, entiendo, era ponerse por delante en los primeros 45 minutos, para luego pasar a aguantar el resultado. Pero el gol (aunque estuvo cerca) no llegó. En la segunda parte, el Real da un paso atrás. Lógico porque hay que administrar las fuerzas y, lógico, porque tu rival ya está acostumbrado a estos apretones y, más tarde o más temprano, sabe salir de ellos. El Barça tocando y con la posesión asegurada resulta letal. Su segunda parte fue magnífica. Pero, al igual que el Madrid en la primera, las ocasiones llegan pero no se materializan. El contraataque merengue es neutralizado sin dificultades. Guardiola y sus chicos han aprendido a sofocar aquello que hace un año era su único punto débil. En la prórroga, el Madrid sale de nuevo a por todas. La entrada de Adebayor resulta decisiva pues fija a los centrales y anima, instintivamente, a sus compañeros a irse hacia arriba. Es en un ataque, y no a la contra, cuando llega el gol de Cristiano. Balón largo a Adebayor, recupera Iniesta, Alonso y Pepe le sacan el cuero a Messi, Marcelo avanza, pared con Di Maria, centro del argentino y remate de cabeza de Ronaldo. El partido queda finiquitado. A pasear la Copa. Al día siguiente... y un mes después. ¡Bravo Florentino!

EL FUTURO

Si hay algo bueno que ha hecho Florentino Pérez este año es permitir a Mourinho seguir un año más. Es un acierto. El equipo aprenderá de los errores y su final apoteósico de campaña le servirá para empezar la próxima Liga como una bala. Las excusas de este año, asumidas hasta por la propia plantilla y un desconocido Casillas, deberán ser olvidadas si se quiere mirar con confianza hacia adelante. Insisto, el Real Madrid tiene de largo el mejor plantel del mundo. Y tiene, además, al entrenador idóneo para manejarlo. El miedo, la impotencia y el Barça volverán a ser sus principales rivales el próximo año.

Escribe: El Hombre de Laramie
Publicado: Harpastum. Pasión por el fútbol