OPINIÓN / RESUMEN TEMPORADA 2010-11 (3/3)


LOS REYES DE EUROPA VISTEN DE AZUL Y GRANA

Por tercera temporada consecutiva, el FC Barcelona se lleva un mínimo de 3 nuevos títulos. Este año se ha embolsado la Supercopa de España y los dos gordos del bombo: Liga y Champions. El año anterior se hizo con dos torneos menores (Supercopas de España y Europa), uno mediano (el Mundial de Clubs) y el mejor de los premios: la Liga. Y dos años atrás, cerró una temporada inmaculada con el triplete: Liga, Copa y Champions. Sus jugadores, además, acaparan los mejores elogios y títulos individuales (Pichichis, Zamoras, Balones de Oro, Equipo ideal...). Desde la llegada de Pep Guardiola al banquillo blaugrana todo son alegrías en Can Barça. Los éxitos del equipo se traspasan también a la selección nacional, donde 7 titulares más Valdés se alzaron con la Copa del Mundo del 2010. Una hornada de futbolistas nunca antes vista por su forma de jugar, su mentalidad ganadora y una ambición sin límites. De todos ellos, sobresalen tres estrellas que son las que marcan verdaderamente las diferencias, el faro que alumbra a los demás. Como dice el genial analista Martí Perarnau, ellos son la Santísima Trinidad: Messi, Xavi e Iniesta.

Messi ha explotado con Guardiola, aunque fue Frank Rijkaard quien lo hizo madurar a fuego lento en el primer equipo. El holandés mimó al argentino como a un hijo, y sólo un reguero continuo de lesiones evitó que la Pulga alcanzara su nivel más óptimo. Con la llegada de Pep, a Messi se le cuida de forma específica (con preparador personal incluído, al estilo inglés) consiguiendo solucionar sus problemas musculares de forma casi absoluta. Fue Rijkaard, precisamente, el primero que probó a Messi como delantero centro, posición que ha resultado determinante para que el argentino recuperara el estratosférico olfato goleador que ya mostraba en las categorías inferiores. Incluso llegó a probar a Ronaldinho en esa posición. La presencia de Eto'o, y luego Bojan, evitó que Rijkaard experimentara más de la cuenta con sus delanteros centros, y "condenó" a Messi a la banda. Bojan fue otra de las perlas a la que Rijkaard subió al primer equipo. Nunca Bojan ha jugado con Guardiola como con el holandés. Seguramente porque con Rijkaard jugaba en su posición natural de 9, mientras que Guardiola gusta de un tipo de delantero más dinámico, veloz, de llegada más que de remate. Bojan anda perdido con un tipo de juego que castiga sus principales recursos: posición, desmarque y remate. Villa y, sobre todo, Pedro reúnen las características adecuadas del atacante que gusta al técnico catalán. Dos extremos que, en realidad, pueden aparecer en cualquier punto del área; que son capaces de desmarcarse únicamente donde ven un espacio y no necesariamente en zona de peligro; que mantienen entre ellos y los centrocampistas un juego asociativo más que destacable; y que presionan la salida del rival como si fueran el primer defensa. Todo ello, además, asumiendo que sólo Messi está libre de cualquier trabajo defensivo y que, además, tiene libertad para maniobrar a su antojo. Para un 9 rematador, por mucha clase que tenga, como Bojan o Ibrahimovic resulta muy difícil asumir ese papel. Eto'o, en cambio, supo adaptarse al dinamismo exigido por Guardiola, como también se adaptó a la exigente pizarra de Mourinho. Aún recuerdo como deambulaba por la banda el pobre Lineker en el Barça de Cruyff. Un goleador implacable y astuto que, sin embargo, parecía un pez fuera del agua cuando su misión se alejaba irremediablemente del área. En el Barça de Cruyff y Guardiola, o los delanteros son muy especiales (Romario, Messi) o no tienen más remedio que adaptarse a un nuevo rol (Stoichkov, Eto'o). Los demás, en mayor o menor medida, fracasan: Lineker, Salinas, Ibrahimovic, Bojan.

XAVI, INIESTA Y, OTRA VEZ, RIJKAARD

Xavi Hernández debutó con Louis Van Gaal. Si Guardiola recuerda a Cruyff, Rijkaard recuerda más a Van Gaal. En el fondo, son cuatro esquinas de un mismo cuadrado. Cruyff era más intuitivo. La posesión del balón y el juego asociativo era su máxima. El portero iniciaba el ataque, convirtiéndose en el central que cubre la salida del líbero. La fluidez y precisión en el pase (Koeman, Guardiola, Bakero, Eusebio, Amor...) evitaba perder el balón en zona de riesgo. Los extremos (Stoichkov, Goicoechea, Begiristain, Laudrup...) abrían el campo pero, a la vez, alternaban su posición aprovechando que no existía (hasta la llegada de Romario) la referencia clásica del delantero centro. A veces llegaba Txiqui, otras Stoichkov, Bakero o Laudrup. El danés era el Iniesta de aquel equipo. Era el único que, individualmente, podía romper las defensas por el centro. Al riesgo de encarar al portero rival se sumaba la posibilidad de la falta al borde del área, donde Koeman era letal. La pizarra de Cruyff daba muchísima libertad a los hombres creativos de arriba, confiaba la manija a Koeman y Guardiola; y apostaba por laterales rápidos como Ferrer y Juan Carlos para hacer frente a las contras del rival. Era un equipo goleador pero, a la vez, bastante goleado. Los riesgos que asumía (con apenas tres defensas y sin centrocampistas de corte defensivo) lo hacían muy vulnerable si no era capaz de imponer su fútbol de control y posesión. La llegada de Romario resultó determinante para ofrecer una nueva alternativa ofensiva aunque, por contra, hizo el juego del equipo más previsible. Muchos partidos acababan resolviéndose por la genialidades individuales del brasileño, al que Cruyff ofreció los galones de estrella como hoy día los lleva Messi. Al final se fueron Romario y Laudrup, entre otros, y llegaron Kodro, un acabado Hagi y algún bulto sospechoso más. Sin la calidad de los mejores, el equipo se vino abajo. Guardiola no es, o no quiere ser, tan intuitivo como su maestro. Sí conserva ese fútbol basado en la posesión, el toque y la alternancia constante en ataque, pero a ello le une un desorden controlado que permite al equipo atacar con profundidad pero replegarse como una acordeón en cuando pierde la pelota. Parece que Pep haya tomado la alegría casi inconsciente del ataque de Cruyff y, a la vez, la meticulosa estructura posicional de Van Gaal. Al bueno de Van Gaal le tocó lidiar con el fantasma de Cruyff durante su estancia en Barcelona. De nada sirvieron los éxitos de su primera etapa. Nunca jugaron como el Dream Team, ni siquiera como su joven Ajax campeón de Europa del 95. A Van Gaal se le comparó acertadamente con Cruyff tras aquella final de Champions ante el todopoderoso Milan, en la que se atrevió a alinear a Litmanen, Overmars y Finidi, para luego buscar la victoria con la arriesgada salida de Kanu y Kluivert. Cinco delanteros a la vez. Aquel equipo, comandado en el campo por un veterano Rijkaard, no sólo ganó. También enamoró e ilusionó a todo el barcelonismo. Dos años después, su entrenador ya estaba en Barcelona. Van Gaal, como Cruyff, jugaba con tres hombres de ataque. En su caso, los delanteros no alternaban posiciones. El 9 era un delantero centro clásico (Anderson, Kluivert) y los extremos jugaban tan encorsetados en la banda que, en ocasiones, llegaron a decir públicamente que se aburrían (Rivaldo). Si Cruyff era intuitivo, Van Gaal era un metódico. Su famosa libreta repleta de esquemas y garabatos no se parecía en nada al Chupa-Chups que Cruyff devoraba inocentemente en el banquillo. Ganó dos Ligas consecutivas con una más que manifiesta superioridad. Sacó lo mejor de las estrellas del equipo: Rivaldo y Figo especialmente. Descubrió, quizás su mayor aportación, al sucesor natural de Guardiola, Xavi; al futuro jefe de la defensa blaugrana, Puyol; al portero del futuro, Valdés; y a la reencarnación de Laudrup, Iniesta. No los mimó en exceso, porque como Mourinho, su exigencia está por encima de cualquier otro sentimiento, pero no cabe duda que los hizo hombres y les dio la más difícil de las oportunidades: la primera. Por contra, el fútbol casi mecánico del equipo (si Cruyff era un escuadrón de pilotos deshinibidos, Van Gaal era una división ordenada de tanques) decepcionó extraordinariamente a los que soñaban con el regreso del Dream Team. Incluso algunos habían disfrutado más, sólo un año antes, del juego directo y rápido del Barça entrenado por Robson y liderado por Ronaldo. Tampocó ayudó a Van Gaal sus continuos fracasos en Europa, unidos a los éxitos en ese mismo escenario del máximo rival, el Real Madrid. Su fuerte carácter, a pesar de ser una persona de extremada educación, acabó por enemistarlo con la poderosa prensa catalana. El colmo fue su obsesión por fichar jugadores holandeses: los hermanos De Boer, Cocu, Reiziger, Zenden, Bogarde, Hesp... llegaron a juntarse en el club más holandeses que españoles. Tras una primera etapa con Núñez francamente destacable, volvió de la mano de Joan Gaspart (el peor, sin ninguna duda, presidente en la historia de la entidad), en una decisión que fue nefasta tanto para él como para el club. Años después llegaría al puesto de entrenador un antiguo alumno de Cruyff y Van Gaal: Frank Rijkaard. A Frank le bautizaron en Barcelona como "El hombre tranquilo". Un sobrenombre que jamás le hubieran puesto como jugador. Aunque por su apariencia y trato con los futbolistas pudiera parecer un intuitivo (que lo era), en el fondo también era bastante metódico. Descubrió, a base de experimentar, algunos hallazgos decisivos: 1) Sustituye al organizador (Guardiola, Xavi) por un mediocentro defensivo (Davids, Edmilson, Touré, años después será Sergio Busquets quien ocupe esa demarcación con Guardiola como entrenador), con lo que consigue fortalecer el repliegue defensivo y dar más libertad a los extremos (Ronaldinho, Giuly, Messi). 2) Xavi sube al medio campo, con lo que su juego de toque rápido beneficia directamente a los hombres decisivos (empezando por Deco y acabando por Eto'o). 3) Iniesta y Xavi ocupan los interiores derecho e izquierdo, contando así con dos alternativas de ataque diferentes: el pase al hueco o el desequilibrio individual. Además consigue lo que muy pocos creían: los dos pueden jugar juntos. Son compatibles y mejores. 4) Recupera la figura del carrilero, el defensa lateral que se convierte en extremo (Belletti, Zambrotta) generando esas superiodades tan demoledoras en ataque. 5) Su mejor legado, como Cruyff y Van Gaal, es la apuesta por la cantera. Afianza en el primer equipo a Iniesta, Valdés y Messi, y hace debutar a Bojan y Pedrito. Tras el éxito, vendrán los fracasos. El vestuario se le va de las manos. El entrenador-colega no tiene un recorrido demasiado largo. Y Rijkaard, sin quererlo, enseña a Guardiola una última lección: el control del vestuario, siempre, siempre ha de tenerlo el entrenador.

Y LLEGÓ PEP

Con Pep Guardiola parece que los astros hayan decidido ponerse de acuerdo para alinearse de la manera más beneficiosa. Llega al club en el momento adecuado. Sin prisas, tras dos nefastas temporadas que auguran, como mínimo, una más. Cruyff no es más que un bello recuerdo del que sólo extraer su romántica propuesta y su apuesta decidida por jugar de la forma más espectacular posible. Van Gaal le ha enseñado a perder la ingenuidad derivada de Cruyff y, a la vez, a no olvidarse de ella nunca. Rijkaard le ha allanado el terreno, haciendo todos los experimentos (los buenos y los fallidos) que el sistema ideado por el Flaco admitía. Y encima te encuentras en el equipo con un tal Leo Messi, uno de esos jugadores que sólo salen cada 10 o 20 años. A Guardiola habrá que esperar para sacarle algún defecto. De momento, sólo queda la mancha del trueque Ibrahimovic-Eto'o que acabó restando más que sumando. El sueco, un jugador soberbio, no fue capaz de adaptarse a un juego colectivo que exige una intensidad, movilidad y solidaridad a la que, con 29 años, no estaba acostumbrado. Su fichaje y posterior venta fue un despilfarro económico, pero la llegada de Villa (más parecido a Eto'o) acabó beneficiando al equipo de forma evidente. El Barça de este año, sin embargo, es una clara evolución del de 2009. Aquel era más directo y rápido porque, sencillamente, sorprendía más. Al del 2011 ya le han pillado el truco en todos los campos del mundo. Se ha vuelto, por necesidad, más paciente. Esa necesidad ha hecho que el balón circule a más velocidad que nunca (de ahí, el gran problema de adaptación de los nuevos) y, a la vez, ha provocado una permutación constante de posiciones en la que Messi parece a veces Xavi, Iniesta parece Messi, Piqué parece Busquets y Alves parece Pedro. Un magma blaugrana que fluctúa pacientemente en busca del hueco, del espacio libre, del pasillo abierto. Defensivamente, ese magma aparentemente caótico vuelve a su estado natural en cuestión de segundos, aniquilando la gran opción que años atrás usaban los rivales: el contraataque. Es muy difícil, dificilísimo, hacerle un gol a este Barça a la contra. Hay más opciones de batir a Valdés a balón parado o jugándote una ruleta rusa (el de tú a tú) que normalmente te saldrá mal pero que, en ocasiones, te dará la única opción de salir victorioso (prórroga Madrid en final de Copa, últimos minutos Arsenal en Champions, inicio Betis en Copa...). La altísima posesión de balón con la que domina los partidos es su seña de identidad más clara. Sin el balón, el equipo no es nadie. Lo único que hacen en cuanto pierden el balón es intentar recuperarlo. Si le das el balón (como hizo Mourinho en las semifinales de Champions) le das el partido. Más tarde o más temprano caerás. Es como darle las balas al pistolero y salir corriendo. Más cerca o más lejos, te acabará alcanzando. La final de la Champions ante el Manchester United fue el final feliz a una temporada más complicada fuera del campo que dentro. Se sufrió más en la anterior Liga, con el Madrid de Pellegrini apretando hasta la última jornada. Se llegó a dos finales que se escaparon un año atrás y se dio una sensación de poderío pocas veces visto. Únicamente se lamentó la nula presencia en los medios del nuevo presidente Sandro Rosell, dejando toda la presión sobre las espaldas del entrenador; las gran cantidad de pequeñas lesiones en la última parte de la temporada; la enfermedad (superada) de Abidal; y la, a veces, falta de alternativas ofensivas debido en parte a la baja forma por la que pasaron, en algunas fases de la temporada, Pedro y Villa. La llegada, la próxima temporada, de Cesc Fàbregas (más algún delantero consagrado) darán esas alternativas y subirán, todavía más, el nivel competitivo de un equipo que parece no tener techo. Un techo, sin embargo, que vislumbro en un hombre, Xavi, cuya edad (31) lo sitúa en el declive irremediable de su carrera. Sin Xavi este equipo será otro, tendrá que ser otro. Tampoco hay que dramatizar. Las estrellas mueren y, en otro punto del Universo, nacen otras nuevas. Se fue Maradona y llegó Messi. Esperemos, sin prisa, quien viene en lugar de Xavi.

Escribe: El Hombre de Laramie
Publicado: Harpastum. Pasión por el fútbol